Valió la pena el dolor.

¡Me dolió! Sentí que por mucho tiempo que estaba muerta por dentro, tuve que esconder mi dolor con una gran sonrisa, fue más fácil mostrar una máscara que las heridas de la batalla pérdida. 
Le di mil vueltas, no pude hablar con alguien más porque nunca supe como exponer los trocitos que forman a mi corazón malherido, me mutilé por las noches con canciones tristes que irónicamente parecieron escritas para mí; para que el limoncito penetrara perfectamente en mi piel desgarrada. 
Me prometí una y otra vez que sería la última noche donde los protagonistas serían tú, nuestros recuerdos y el agüita salada que me manchaba las mejillas, está demás decir que en temporada de lluvia, había una tormenta entre mis pestañas. 
Así los meses se fueron convirtiendo en años y cada vez tus recuerdos se alejaban más, aunque de repente te posabas en mis pensamientos. 

Y entonces llegó a mi vida la persona que me sacó del pozo donde estaba, me llenó de ocurrencias, de risas y mi sonrisa se fue relajando hasta darme cuenta que me carcajeaba de la vida. 
Eran escasos los ratos donde pensaba en ti, hasta que llegó ése día donde pude hablar de ti, con él. Fue inevitable no contenerme, mientras relataba el recuento de los daños me fui sintiendo cada vez más pequeña, más vulnerable y más adolorida, él dejó que me desahogara para después abrazarme y decir que todo estaba bien, fue en ese momento donde entendí, donde supe que hay situaciones que no están en nuestras manos, tuve que entender la lección mientras mostraba la herida ahora ya cicatrizada, sé que fue lo mejor para los dos. Y no me arrepiento, lo volvería a hacer igual en otra vida. Valió la pena el dolor. 

Me costó tanto amor llegar a éste punto de mi vida; donde ya no existe el reproche ni el rencor, me costó más amor del que sabía que podía llegar a sentir, me costó tantos silencios incómodos al escuchar canciones o frases que me hicieron recordarte. 
Han transcurrido tantas noches, a veces con facha de eternas y otras más se consumieron en un parpadeo. Se fueron los días donde mis lágrimas parecieron desbordar los ríos del planeta, ya no hay más dolor, ni hay preguntas que nunca se respondieron. 
Así pasaron los meses que se fueron convirtiendo en años y tu recuerdo cada vez era más escaso. 

Después te vi, me viste, nos vimos en aquella plaza, ésta vez mis piernas no me jugaron una mala broma, mis manos no sudaron y no tuve la necesidad de seguirte con la mirada, pasé a tu lado y ya no sentí nada, en cambio, tú sí, cambió tu semblante, me seguiste y no solo con la mirada, tal vez a ti sí te jugaron una mala broma.
Te tuve cerca, en un radio a no más de 3 metros y realmente  me sentí cómoda, estaba curada de ti. 
¿Pero tú? Pareció que tú seguías enfermo de mí; sin ninguna explicación, yo no te pedí que te fueras de mi vida, tú decidiste irte y una vez fuera; después de tanto tiempo fue momento de cerrar la puerta. 
No te guardo rencor, fuiste una de las experiencias más bonitas que la vida me dio, o quizá una gran prueba que al fin pude superar. Siento tanta gratitud hacía ti, porque gracias a ti conocí una parte de mí que no sabía que me habitaba, me hiciste una mujer inquebrantable y con la capacidad de amar de tal manera que me siento orgullosa, ya no hay más miedo, después de todo nadie se muere de amor ¿Cierto? 


Siempre nos recodaré así, bailando bajo la lluvia...