Me despido, hermana.

Te conocí hace tantos años, diría que casi toda mi vida; al menos eso creía. Pasamos tantos momentos, crecimos y abrimos caminos separados pero siempre juntas. 
Podíamos pasar meses sin hablar y actualizarnos en 5 minutos tomando un café o una cerveza. 

Eras mi hermana por elección, mi mejor amiga y la persona con quien recordaría viejos amores y secretos en común cuando nuestra piel perdiera firmeza. Tanto amor que se plasmó como promesa de un futuro incierto pero acompañado. 
Dicen que las mamás tiene un don, un sexto sentido; ella me lo dijo. No me veías como yo te miraba a ti, siempre dijo que eras solo una amiga para salir de fiesta pero no quise escuchar. 

Tuvieron pasar tantos años para comprenderlo... 
Estuve para ti 24/7, te escuchaba y te aconsejaba, te apoyaba y te limpiaba las lágrimas, te acompañé en tus peores momentos y guarde tus más oscuros secretos. Cada logro lo sentí propio y te lo celebraba, pensé que todo este amor era reciproco y sincero. 

Cuando te sentías mal me buscabas y te desahogabas, mientras que yo absorbía todo lo malo que desbordaba de ti. Muchas veces te saque del vaso donde te volviste adicta a nadar, tuve que ser cruda para hacerte ver la realidad pero a ti no te gustó, tú solo querías a alguien que te diera la razón aunque no la tuvieras. 

Cuando yo me sentía mal y tenía la necesidad de ser escuchada siempre me minimizaste, no era importante comparado contigo, yo lo notaba pero prefería ignorarlo.

Y llegó momento de crecer, la vida adulta me estaba sonriendo, mis sueños y metas se cumplían pero tú no lo celebrabas, tú hacías que el ambiente se tornara oscuro y hostil, tampoco le hice caso a mi intuición. Te pedí que fueras mi cómplice en la locura más grande que he hecho, aceptaste pero tú reacción no fue lo que esperaba, tu reacción fue gris; una vibra tan extraña para dos hermanas. 

Culminó definitivamente cuando no estuviste presente, te fuiste, me dejaste y no me diste ninguna explicación. Traté de ignorarlo, traté de fingir que no me importó pero la realidad fue muy distinta.

Ahora estoy tranquila con mi conciencia, fui una gran amiga o al menos lo intenté, y aunque mi lealtad seguirá de tu lado, algo se rompió y jamás volverá a ser lo de antes. 
Es una pena que no me hayas valorado, ya no hay tantas personas tan estúpidas como yo. 

Me hubiera gustado y deseaba tanto que intentaras disculparte, que inventaras una excusa, no me iba a importar si no era creíble, eso anhelaba pero no pasó, no dijiste, ni hiciste nada por ésto y yo ya no haré nada por ti, se acabó y es momento de dejarte ir. Es momento de liberarnos.

No me cansaré de agradecer tu pasó por mi vida, atesoró nuestros momentos y te recordaré con amor siempre, después de todo, fuimos hermanas. 

Te dejo ir.