No eres la última Coca-Cola.

Ésta es mi confesión, he cometido un delito, acepto mi culpa y mi sentencia, imploro piedad y misericordia, no he actuado de mala fe, solo diré que fue en defensa propia.

No tuve tiempo de meditar la situación, simplemente sentí un impulso y lo hice, busqué una foto, cambié mi nombre, mi forma de escribir pero me fui fiel a mis instintos, a mi persona y a mi necesidad de hablar contigo, de meterme en tu cabeza y tratar de entender todo el nido de aves habitándote.

Lo hice, no fue necesario crear una gran historia, no fue necesario intercambiar invitaciones, no fue necesario jugar con tu mente, tus ganas de ser escuchado, tu falta de amor y la voluntad de salir de hueco oscuro te orilló a confiar en mí a través de ella. 

Hablamos por dos días, no necesité más para entenderte, para comprender lo que pasaba con tu vida y con tu pasado donde yo estaba presente y al parecer sin protagonismo (afortunadamente).

Te atreviste a mostrar los miedos y demonios que llevas dentro, fue muy extraño y certero saber que siguen siendo los mismos, para bien o para mal.

Descubrí que sigues intentándolo, imaginando a la mujer perfecta y esperando que llegue a la puerta de tu casa diciéndo "Dejaré todo por ti, eres tú a quien yo quiero, dejaré mi vida a un lado para seguir la tuya"... La vida real y el amor verdadero no se parecen en nada a los cuentos de niños. En la vida real se trata de ser reciproco para que funcione, ya nadie espera a una princesa o un príncipe, somos personas adultas, somos personas rotas y dañadas en recuperación. 

Pude entrar en ti, abriste tu corazón y fue triste porque no haz aprendido nada, confieso que para mí fue un gran alivio enterarme de que alguien más te rompió y que ya sanaste la herida que te provoqué cuando decidí sacarte de mi vida.

 Alguien más llegó y estaba dispuesta a darte lo mejor de sí pero literalmente una fuerza superior los separó y aunque ella te mostró un camino independiente; tu decidiste caminar solo, por egoísmo, por miedo (yo diría por soberbio) pero sin siquiera imaginarlo, simplemente preferiste seguir solo, no sin antes culparla y asegurando que "tú mereces más"... De antemano sé lo valioso que eres pero tampoco te adjudiques como la última Coca-Cola del desierto. Hay un océano de peces, más valientes y más empáticos.  

Sentí culpa pero también paz, el pasado enredado cedió y ahora ya no hay nudos que nos aten. Estamos bien, lejos estamos bien. 

Gracias.