La carta que nunca leíste.





No sé que pasará contigo, sé que te hice daño; tal vez apagué algo en ti que no se volverá a encender, no lo sé. Te he pedido perdón tantas veces, en serio que sí, no me has querido escuchar, ni siquiera te has imaginado en mi situación, no estoy poniendo pretextos para lo que te hice, pero seamos honestos; sabías que no era verdaderamente feliz contigo, sabías que no sabía nada del amor y te aprovechaste de eso. 

Te di lo mejor de mí, te di mis días enteros, mis peores regaños y peleas fueron en tu honor, me alejé de todos a mi alrededor, me encerraste en tu burbuja de Señor amargado. Te di mi inspiración, los detalles que nunca volveré a darle a alguien más, te di mi voluntad y por años te convertiste en mi protector (no de la protección que narran en las películas de amor), me encarcelaste (literalmente) en tu mundo.

Siempre estuve para ti, siempre te escuché, te apoyé, me tenías 24/7 para ti y todos tus problemas, 24/7 con tu maldito humor señorial, me involucraste en tus jodidos problemas existenciales... ¿Y yo? ¿Dónde estaba? ¿Cuántas veces necesité hablar con alguien, cuántas veces lloré en silencio con tu voz de fondo en la madrugada?

Te confesaré que fuiste tú quién causó mis desordenes alimenticios... Tú ¿Lo notaste alguna vez? Me empastillaba y ni siquiera te diste cuenta. 
Muchas veces busqué confiar en ti, contarte de lo que sentía en ese momento, confiarte mis miedos, mis tonterías que consideraba importantes, pero como siempre tuve que callarlas, tal vez por eso ahora me cuesta tanto hablar de mí. 

Claro que te quise, te quise muchísimo, pero no te puedo considerar mi primer amor, discúlpame por haberte llamado "el amor de mi vida", me equivoqué. 
No estoy diciendo que seas una mala persona, al contrario, tienes una forma tan indescriptible de ser tú, nada te puede vencer. Pero no podríamos tener un futuro juntos, somos tan polos opuestos que no funcionaría. 

Viví ciegamente atada a tus pasos; hasta que desperté del sueño involuntario y me rebelé... Aprendí a mentir, a caminar sobre el aire para que no me siguieras los pasos, aprendí a jugar con la mente, aprendí a besar otros labios... No es algo de lo que siento muy orgullosa, pero si el tiempo retrocediera, lo volvería a hacer y con más pasión. 

¿Lo ves? Todas las palabras bonitas que un día te escribí y tantas veces te reclamé por no entenderlas, ya no existen, te vendí una falsa propaganda porque no estaba enamorada de ti, estaba enamorada de la idea de tener un "amor de años", no negaré que me hiciste feliz, tampoco todo estuvo mal, contigo lloré por primera vez de felicidad, pero no era amor. 

¿Y por qué no aceptar que te hice feliz? Porque todos los abrazos que te di fueron sinceros, todas veces que te miraba a los ojos lo hacía de verdad, todas las palabras que te di fueron reales (en base a lo que creía que era amor), fui tu compañera de malos momentos, sacié tu sed de egoísmo, limpié tus lágrimas y celebré tus victorias. Te hice feliz, casi siempre suelo preferir la felicidad de la persona que tengo a un lado, que la propia. 

Pero llegó él, "ojos miel, labios rosas", sabes perfectamente como pasó, no es necesario explicarlo una vez más, por ese tipo de razones me escondía bajo un alias pero siendo sincera, quería que me encontraras. 

Lo hice, lo besé, le entregué el alma en cada palabra, le di mis insomnios y mis pensamientos enteros, hasta que ya no pude más, quería un amor de película, sabía que él me lo podía dar, no pensé si iba a funcionar o no, sólo quería dejarte atrás y pensar en mí antes que en ti. ¡Lo hice! "Me aventé al vacío sin paracaídas". 

Sé que lloraste por mí, yo también lloré por ti, no por arrepentimiento si no por ti, por lo que estabas sintiendo, debes de entender que sólo una vez en la vida se ama con ésta intensidad. Si hubiéramos cambiado de lugares, te hubiera dado las gracias y no me opondría a tu felicidad, pero no todos pensamos igual, ¿verdad? Tú y yo lo sabemos mejor que nadie. 

Agradezco tantas cosas que me enseñaste, agradezco los besos que un día me diste y me hicieron temblar, agradezco el brillo de tus ojos cuando me mirabas, agradezco que fuiste la inspiración, agradezco todas las lágrimas, todas las peleas y tu compañía... Espero que te haya ayudado a sanar, aunque tú me hayas enfermado, ya te perdoné.