Mi cactus

 He crecido con la idea de que mi Karma lo estoy pagando en forma de amistades fugaces, nunca he sufrido el famoso "Mal de amores", nunca me han roto el corazón en una relación amorosa, sin embargo, con los amigos vaya que sí. 

Puedo reafirmar el "Dónde pongo el ojo, pongo la bala" o el "Lo que he querido, me he comido", pero no puedo jactarme sobre mis amistades. 

Desde niña he sido una persona leal, cariñosa y entregada con las personas que quiero y que son especiales en mi vida, nunca he traicionado, mentido o envidiado algo, al contrario, celebro sus victorias como si fueran mías, me hace feliz ver felices a los míos, desafortunadamente con quiénes más me he sentido conectada, se han ido de mi vida y no precisamente por gusto. 

Conocí a mi alma gemela en forma de amigo, tuvimos una conexión que ni yo misma puedo explicar, pero se enamoró, nos confundimos, no pude corresponderle y se tuvo que ir. 

Después llegó una chica de rizos largos y negros, estoy segura que en otra vida nos conocimos y que en ésta no pudimos ser más, se enamoró, nos confundimos, no pude corresponderle y se tuvo que ir. 

Que fácil resultó escribir sobre ellos, sobre la "maldición" que me habita y que por muchos años acepté sin reprochar... Hasta hoy. 

La vida también me ha premiado, me hizo coincidir con esa alma pura, blanca y que me provoca serenidad. La mitad de mi vida la he pasado con ella, ha estado conmigo en las buenas, en las malas y en las peores, con ella puedo soltar mi vómito mental y no me siento juzgada. 

Tenemos tantos secretos, tantas confesiones y ahora más que nunca la siento cercana, hoy más que nunca empatizo con ella y me siento en deuda, ha sido la plantita más resistente de mi jardín, mi cactus precioso. 

A pesar de la distancia, los horarios y todas las dificultades de ser adultas, siempre ha estado a mi lado, a una llamada de distancia. 

No, no es una maldición, no es "mal de amigos", es como tenía que ser, el destino me quitó, pero me dió el honor de tener un cactus precioso y de ser también parte de su jardín. 

Tenía la mirada nublada por aquellas orquídeas, esas que necesitan mimos y atención para sobrevivir, dejé un poco olvidado a mi cactus, pero hoy desde otra vista a ese bello jardín, le agradezco su resiliencia y bondad, siempre la veo sonreír y ser tan buen ser humano, la admiro más y más, que fortuna es poder llamarle hermana, que fortuna coincidir, que fortuna tenerla a una llamada de distancia.